
El actinio es extremadamente radiactivo y, teniendo en cuenta sus potenciales efectos sobre la salud, es tan peligroso como el plutonio. La ingesta, incluso en pequeñas cantidades, puede causar daños muy graves. El actinio (del griego ακτις, ακτινoς, rayo luminoso), fue descubierto en 1899 por el químico francés André-Louis Debierne que lo obtuvo de la pechblenda.
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